martes, 2 de junio de 2009

SIN patrón: empresas recuperadas y gestionadas por los obreros y trabajadores.- PARTE 7.-




"Y su acción definitoria, la de resucitar los medios de producción bajo control obrero, no se agota en su potente simbolismo."



Naomi Klein




“Se trata de un movimiento basado en la acción, no en las palabras. Y su acción definitoria, la de resucitar los medios de producción bajo control obrero, no se agota en su potente simbolismo. Está alimentando familias, reconstruyendo el orgullo magullado, y abriendo una ventana de enormes posibilidades”. Avi Lewis y Naomi Klein



Así definen Naomi Klein y Avi Lewis a la experiencia de las empresas y fábricas recuperadas por sus trabajadores, en el prólogo de la edición actualizada y de bolsillo de Sin Patrón, el libro de lavaca, que también acaba de editarse en Estados Unidos y en Italia.


En momentos en que muchas de estas experiencias están siendo amenazadas, compartir esta noticia es un símbolo de la inspiración que representa este movimiento de trabajadores que decidió enfrentar colectivamente el desempleo, la impotencia y el miedo, “rescribiendo la manera tradicional en la que se supone que debe ocurrir el cambio” dice el prólogo escrito espcialmente para esta edición por Avi y Naomi, que aquí reproducimos completo en castellano e inglés.



El día que Estados Unidos iniciaba los ataques a Irak, la escritora e intelectual canadiense Naomi Klein y el cineasta Avi Lewis estaban sobre el techo de Zanon, en Neuquén, entrevistando a uno de los obreros, Cepillo, que les explicaba cómo defenderse de un desalojo policial con inteligencia, puntería y hondas. Klein y Lewis, mientras llegaban noticias sobre el bombardeo a Bagdad, se preguntaban si, como periodistas, estaban en el lugar correcto. A partir de esa imagen y ese recuerdo, construyeron el prólogo de la versión en inglés de Sin Patrón, el primer libro de lavaca que acaba de ser editado en los Estados Unidos por Haymarket Books.


Naomi Klein es la autora del ya célebre No logo: El poder de las marcas (2001) y Vallas y Ventanas, Despachos desde las trincheras del debate sobre la globalización (2003). Su próximo libro se conocerá en septiembre: The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism (La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre).


Avi Lewis es director de cine, productor y conductor de televisión y actualmente lleva adelante en la Canadian Broadcasting Corporation su programa sobre información y análisis de la política internacional On The Map with Avi Lewis. Juntos, Lewis-Klein produjeron y filmaron The Take, un documental sobre las fábricas y empresas recuperadas en la Argentina, premiado en el festival de Venecia y ganador del premio internacional del festival de Los Angeles, del American Film Institute.


La otra noticia sobre Sin Patrón es que también tiene su versión italiana, lanzada recientemente en Roma por la editora Gesco. En la Argentina el libro está agotado, y la próxima edición actualizada que está terminando de preparar lavaca ya cuenta con una espontánea lista de reservas por parte de los lectores.


En momentos en que experiencias como la del Hotel Bauen están siendo amenazadas, estos son signos de la inspiración que provocan las historias de trabajadores que decidieron enfrentar colectivamente el desempleo, la impotencia y el miedo, “rescribiendo la manera tradicional en la que se supone que debe ocurrir el cambio” dice el prólogo, que aquí publicamos completo en castellano e inglés.



Prólogo a Sin Patrón: Stories from Argentina’s worker-run factories


Por Avi Lewis y Naomi Klein



El 19 de Marzo de 2003, estábamos en el techo de la fábrica de Cerámica Zanon, filmando una entrevista con Cepillo. Él nos estaba mostrando cómo los obreros habían evitado un desalojo por parte de la policía defendiendo su fábrica autogestionada usando hondas y las bolitas de cerámica normalmente usadas para moler la arcilla patagónica y convertirla en materia prima para los cerámicos. Su puntería era notable. Era el mismo día en que comenzaron los bombardeos a Bagdad.


Como periodistas, debíamos preguntarnos qué estábamos haciendo allí. ¿Qué posible relevancia podía tener esta fábrica en la punta más austral de nuestro continente, con su grupo de obreros radicalizados y sus historias de David y Goliat, cuando el apocalipsis mismo estaba lloviendo sobre Irak?


Pero nosotros, al igual que tantos otros, habíamos viajado a la Argentina buscando experimentar de primera mano la explosión de movilización social que siguió a la crisis del 2001 – un conjunto de nuevos movimientos sociales de gran dinamismo, que no sólo criticaban con fervor el modelo económico que había destruido su país, sino que estaban rápidamente construyendo alternativas locales en medio de los escombros.


Las respuestas populares a la crisis fueron muy variadas, desde asambleas barriales y clubes de trueque al resurgimiento de partidos de izquierda y movimientos masivos de desempleados, pero nosotros pasamos la mayor parte de nuestro año en Argentina junto a trabajadores de “empresas recuperadas”. Sin casi ninguna repercusión mediática, los obreros de Argentina han respondido al crecimiento desenfrenado del desempleo y la fuga de capitales ocupando las empresas tradicionales que habían quebrado y reabriéndolos bajo una gestión democrática de los trabajadores. Es una idea antigua, recuperada y actualizada para una era nueva y brutal. Los principios son tan simples, tan elementalmente justos, que parecen más obvios que extremistas cuando son expresados por uno de los obreros del libro: “Formamos la cooperativa con el criterio de salarios iguales, tomando las decisiones básicas en asamblea; estamos en contra de la separación del trabajo intelectual y manual, queremos puestos rotativos y, sobre todo, el derecho de recambiar a nuestros representantes electos”.


El movimiento de empresas recuperadas no es de una escala épica – se trata de alrededor de 170 empresas, empleando unos 10.000 trabajadores. Pero seis años más tarde, al contrario de lo que ha ocurrido con algunos de los otros movimientos novedosos del país, ha sobrevivido y continúa acumulando fuerzas en medio de la “recuperación” económica profundamente desigual. Su tenacidad proviene de su pragmatismo: se trata de un movimiento basado en la acción, no en las palabras. Y su acción definitoria, la de resucitar los medios de producción bajo control obrero, no se agota en su potente simbolismo. Está alimentando familias, reconstruyendo el orgullo magullado, y abriendo una ventana de enormes posibilidades.


Al igual que varios otros movimientos sociales emergentes alrededor del mundo, los obreros de las empresas recuperadas están rescribiendo la manera tradicional en la que se supone que debe ocurrir el cambio. En lugar de seguir un plan de 10 pasos para la Revolución, los obreros están adelantándose a la teoría, yendo directamente al momento en que recuperan sus trabajos. En Argentina, los teóricos están corriendo por detrás de los obreros de estas fábricas, tratando de analizar lo que ya se encuentra en plena y ruidosa producción.


Estas luchas han tenido un impacto enorme en la imaginación de los militantes sociales del globo – a esta altura hay muchas más tesis de graduación idealistas sobre el fenómeno que empresas recuperadas. Pero también hay un interés renovado en la autogestión desde Melbourne a Durban y Nueva Orleans.


Una vez dicho esto, el movimiento en Argentina es tanto un producto de la globalización de alternativas como una de sus historias más contagiosas. Los obreros argentinos tomaron prestado el eslogan “Ocupar, Resistir, Producir” de uno de los movimientos sociales más grandes de Latinoamérica, el MST (Movimiento Sin Tierra), en el que más de un millón de personas han recuperado tierra en desuso para la producción comunitaria. Un obrero nos dijo que lo que está haciendo el movimiento en Argentina es “MST para las ciudades”.


En Sudáfrica, vimos una persona en una marcha con una remera que resumía esta nueva impaciencia aún más brevemente: Basta de Pedir, Empecemos a Tomar.


Pero aún con la similitud en los sentimientos que florecen en distintas partes del mundo por las mismas razones, hay una necesidad urgente de compartir estas historias y herramientas de resistencia de manera aún más amplia. Por esta razón, esta traducción que tiene entre sus manos es de tremenda importancia: es el primer retrato comprensivo del famoso movimiento de empresas recuperadas de Argentina que se publica en inglés.


El autor del libro es el Colectivo Lavaca, en sí una cooperativa de trabajo tal como las que están aquí documentadas. Mientras estuvimos en Argentina filmando nuestro documental, La Toma, nos cruzábamos con miembros de Lavaca donde fuera que nos llevaban las luchas de los trabajadores – las cortes, la Legislatura, las calles, las plantas de producción. Su periodismo es del más comprometido y sofisticado que existe hoy en el mundo.


Y este libro es típico Lavaca. Eso significa que comienza con un montaje cinematográfico – un marco teórico descaradamente poético. Luego, pasa a una escena de acción, con la información dura: los nombres, las cifras y el modus operandi detrás del robo armado en que consistió la crisis argentina. Con la escena ya presentada, el libro hace luego un primer plano de algunas historias de lucha individuales, contadas casi íntegramente a través de los testimonios de los mismos obreros.


Este enfoque demuestra un profundo respeto hacia las voces de los protagonistas, pero a la vez deja amplio espacio para las observaciones de los autores, al mismo tiempo lúdicas y mordaces. En esta interacción entre las cooperativas que habitan el libro y la que lo produjo, hay una cantidad de temas que merecen ser mencionados.


Ante todo, está la cuestión de la ideología. Este movimiento es frustrante para algunos miembros de la izquierda que sienten que no es claramente anti-capitalista, aquellos que se escandalizan ante la comodidad con la que existe dentro de la economía de mercado y ven a la gestión obrera como una mera forma novedosa de la auto-explotación. Otros ven al proyecto de cooperativismo, la forma legal elegida por la gran mayoría de las empresas recuperadas, como una capitulación en sí misma – insistiendo con que sólo la nacionalización por parte del estado puede llevar a la democracia obrera hacia un proyecto socialista más amplio.


En las palabras de los obreros, y entre líneas, se pueden percibir estas tensiones y la compleja relación entre las distintas luchas y los partidos de izquierda argentinos. Los obreros del movimiento son en general muy cautos respecto a verse cooptados por los objetivos políticos de otros, pero al mismo tiempo no pueden darse el lujo de rechazar ningún apoyo. Pero lo más interesante por lejos es observar cómo los obreros de este movimiento resultan politizados por la lucha, que comienza con el imperativo más básico: los trabajadores quieren trabajar, para alimentar a sus familias. Pueden ver en este libro cómo algunos de los más poderos líderes obreros de la Argentina de hoy descubrieron la solidaridad a lo largo de un sendero cuyo punto de partida era esencialmente apolítico.


Pero así se piense que la carencia de una ideología rectora es una trágica debilidad o una fortaleza novedosa, este libro precisa la manera en que las empresas recuperadas desafían el ideal más caro al capitalismo: la santidad de la propiedad privada.


La argumentación legal y política a favor del control obrero en la Argentina no descansa solamente en los salarios impagos, las ganancias evaporadas y las jubilaciones vaciadas. Los obreros presentan una sofisticada defensa de su derecho moral a la propiedad – en este caso, las máquinas y las instalaciones – basada no solamente en lo que se les debe personalmente, sino en lo que se le debe a la sociedad. Las empresas recuperadas se postulan como un remedio explícito a todos los subsidios, la corrupción y otras formas de subvención pública que los dueños disfrutaron durante el proceso de llevar sus firmas a la quiebra y sus riquezas a los paraísos fiscales, abandonando comunidades enteras al ocaso de la exclusión económica.



Este argumento está, por supuesto, disponible para su uso inmediato en los Estados Unidos.


Pero esta historia es más profunda que la corrupción empresarial. Y es aquí donde la experiencia argentina realmente tiene resonancias con la de los norteamericanos. La explicación axiomática del colapso de Argentina en la izquierda dice que fue un resultado directo de la ortodoxia que el FMI impuso al país con tanto entusiasmo en los neoliberales noventas. Lo que este libro clarifica es que en Argentina, así como en la ocupación de Irak por los Estados Unidos, todo ese discurso sobre la eficiencia del sector privado consistió simplemente en una pantalla para justificar una explosión de saqueo a escala masiva por parte de un pequeño grupo de elites. La privatización, la desregulación, la flexibilidad laboral: éstas fueron las herramientas para facilitar una transferencia masiva de riqueza pública a manos privadas, para no mencionar las deudas privadas con el monedero público. Como accionistas de Enron, los empresarios que asoman en estas páginas aprendieron la primera lección del capitalismo y se detuvieron allí: la codicia es buena, y más codicia es mejor.


Como dice un obrero en el libro, “Hay tipos que se despiertan por la mañana pensando en cómo jorobar a la gente, y otros que piensan, ¿cómo vamos a reconstruir a esta Argentina que han despedazado?”


Y para responder a esta pregunta, pueden leer una poderosa historia de transformación. Este libro toma como premisa esencial que el capitalismo produce y distribuye no solamente bienes y servicios, sino también identidades. Cuando el capital y sus especuladores buitres habían partido, lo que quedaba no era solamente empresas vacías, sino un país entero vaciado y habitado por personas cuyas identidades – como trabajadores – también les habían sido quitadas.


Como nos escribió uno de los organizadores del movimiento, “Se necesita una enorme cantidad de trabajo recuperar una empresa. Pero el verdadero trabajo es el de recuperar al obrero – y esa es la tarea que recién comenzamos.”


El 17 de Abril de 2003, estábamos en la Avenida Jujuy en Buenos Aires – junto a los obreros de Brukman y una gran multitud de apoyo, frente a una valla, detrás de la cual había un pequeño ejército de policías resguardando la fábrica Brukman. Luego de un desalojo brutal, los obreros se decidieron a volver a trabajar en sus máquinas de coser.


Ese día, en Washington DC, USAID anunció que había elegido a la corporación Bechtel como principal contratista para la reconstrucción de la arquitectura de Irak. El saqueo estaba por comenzar en serio, tanto en los Estados Unidos como en Irak. La crisis generada intencionadamente estaba sirviendo de pantalla para la transferencia de miles de millones de dólares públicos a un puñado de corporaciones con buenos contactos políticos.


En Argentina, ya habían visto esta película – el saqueo al por mayor de los bienes públicos, la explosión del desempleo, el despedazamiento del tejido social, las impactantes consecuencias humanas.


Y 52 costureras estaban en la calle, apoyadas por otros miles, tratando de recuperar lo que ya era suyo. Era, definitivamente, el lugar en el que había que estar.


Avi Lewis y Naomi Klein