La Rebeldía de la Gente Común
“Es un lugar común que funda en todos los hombres el primer valor. Me rebelo, luego existimos”.
Albert Camus (El Hombre Rebelde)
En el pasado mes de diciembre trabajadores de una fábrica de ventanas en Chicago, tras la amenaza de ser despedidos, se vieron obligados a ocupar su lugar de trabajo y levantar la voz contra el gran absurdo de que el banco, el Bank of America, que precisamente cancelara la línea de crédito que aseguraría sus sueldos, fuera rescatado con 25,000 millones de dólares por el gobierno federal norteamericano. En el mismo mes, miles de personas y estudiantes ocuparían las calles de Atenas (Grecia) para condenar la represión policial, que provocó la muerte de un adolescente, y a su vez dejar sentir su malestar con la creciente crisis económica, política y social por la que atraviesa su país.
En marzo pasado unos estudiantes de un instituto tecnológico en Manatí, Puerto Rico, paralizaron su centro educativo por dos semanas y crearon un campamento en postrimerías de la misma universidad. Sus demandas consistían en exigirle a la administración una mayor transparencia en el manejo de sus fondos educativos, mejores condiciones de estudio en el plantel universitario, libros y la contratación de más profesores.
Por la misma línea, y más recientemente, unos valientes y aguerridos estudiantes universitarios de la New School en la ciudad de Nueva York, cansados y preocupados por la creciente mercantilización de su educación y falta de transparencia por parte de la administración de su universidad, se han declarado en huelga, han exigido la renuncia de su decano y han ocupado uno de los edificios de su institución en la 5ta avenida. “[L]a educación no es una mercancía” señalan los estudiantes. De esta manera provocando una fuerte tensión entre la policía, administración y estudiantes.
El pasado primero de mayo, 20 mil trabajadores en Puerto Rico, tras las amenazas por parte de su conservador gobierno de despedir a 30 mil empleados públicos, ocuparon la principal avenida financiera y bancaria del país – conocida como la Milla de Oro – gritando a viva voz que la crisis la paguen quienes la provocaron: los ricos.
Tan reciente como el pasado seis de mayo un grupo de puertorriqueños – entre ellos varios artistas, un obrero retirado, un diseñador mecánico y una enfermera – irrumpieron e invadieron el hemiciclo de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos para reclamar, cantando a viva voz, el derecho inalienable que posee Puerto Rico a su libre determinación e independencia. “Y gloria a las manos, a todas las manos que hoy trabajan porque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria liberada. ¡La patria de todas las manos que trabajan! Para ellas y para su patria, ¡Alabanza!, ¡Alabanza!” – Cantaban los puertorriqueños en pleno Congreso norteamericano.
¿Qué hay en común entre estos sucesos? “No somos políticos, somos gente, común y corriente” señaló el actor Luis Enrique Romero luego de ser detenido en Washington DC. Se trata pues, de reconocer la gran diversidad de luchas reivindicativas producidas y protagonizadas por gente común. Se trata, como sugiere el Sub-comandante Insurgente Marcos, de reconocer la rebeldía en la gente común. Gente común que en el día a día rechaza y grita contra las condiciones de vida actuales. Gente común que en el día a día resisten y crean lazos y relaciones sociales de solidaridad y afectividad. Reconocer las luchas reivindicatorias del día a día es reconocerlas también como parte de una lucha mayor, de una lucha contra el mismo dominio hegemónico del capital. Es la lucha contra esa colonialidad que representa la subsunción real, la fetichización y comercialización de la vida misma en el capital. Es reconocer la composición de un nuevo sujeto emancipador, de un proletariado social que ya no sólo se encuentra en las fábricas industriales, en los partidos de izquierda, en los sindicatos o en el estado, sino que se encuentra ahí afuera, en la fábrica social; en un constante éxodo ocupándolo todo.
Son esas luchas cotidianas e insurgentes creadoras de espacios comunes y esferas públicas que van más allá del estado y del mercado neoliberal. Es decir, se generan actividades y resistencias, que en ocasiones, se presentan como autónomas al dominio capitalista, y por consiguiente, antagónicas al mismo. Ese espacio y esa esfera pública, que aún nuestra izquierda oficial en Puerto Rico no quiere reconocer, se nos presenta como esa gran potencialidad que acarrea no sólo el grito y la rabia de rechazo al status quo – como sugiere John Holloway –, sino que también lleva de por sí una gran carga positiva: de desear una realidad distinta. No se trata pues – como usualmente pretenden las izquierdas oficiales – de indicarle a la gente común qué hacer o qué pensar. Se trata entonces, como sugiere Holloway, de en lugar de hablar, aprender a escuchar y descubrir que ya la gente es rebelde. De mirar la gente en el transporte público, en las escuelas, en las universidades, en la colecturía, en las comunidades, en las favelas, en las villas, en los caseríos y pensarnos ya rebeldes. Todos rebeldes porque nos une una historia en común.
Por ejemplo, los estudiantes de la New School han acuñado su lucha como una la lucha general contra el capital “así como contra toda relación de poder jerárquica. La solución que proponemos – señala un estudiante – es un medio sin fin. Nuestra ocupación del nº 65 de la 5ª Avenida es un pequeño modelo de nuestra propuesta, que consiste en que los trabajadores, los estudiantes y los desposeídos de todo tipo ocupen colectivamente los lugares donde viven, trabajan y se mueven.”
Aceptemos humildemente la rebeldía de la gente común. Rebeldía que crea espacios de luchas que incluso en ocasiones van más allá del independentismo mismo. Espacios que nos dan pié a desarrollar nuevas estrategias y nuevas formas de organizarnos. Espacios que son asiduamente contrarios a la doble colonialidad que nos aqueja como pueblo: la colonialidad del imperialismo yanki y la colonialidad y subsunción real de la vida misma ante el imperio del capital.
Por lo tanto, reconozcamos la rebeldía plural de la gente común, es decir de todos nosotros, para recuperar el control de ese preciado tesoro que el mercado neoliberal y el colonialismo norteamericano nos ha arrebatado: la vida misma.
Reconocerlo es desmitificar y descosificar a ese sujeto fetichizado e históricamente excluido. Es cuando el objeto se convierte en sujeto. “Cuando estos obstáculos – sugiere Raúl Zibechi – se convierten en sujetos, y comienzan a cambiar el rumbo de la historia, y además producen saberes que cuestionan el monopolio ostentado por los especialistas, o sea, cuando los “objetos” se convierten en sujetos…”. Así, debemos entonces reconocer la emergencia de un nuevo sujeto emancipador distinto. Un sujeto sapiente, cognoscente y/o epistémico que constituya un proletariado social dispuesto y capaz de de construir un nuevo y mejor modo de vida.
*El autor es egresado de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos en Mayagüez, Puerto Rico. Es también estudiante del Instituto Internacional de Sociología Jurídica en Oñati, País Vasco