AfPak, único escenario de una guerra que Obama ha hecho suya
El «cambio» prometido por Obama ha llegado a Asia Central. Ya no existen lo que un día fueron Afganistán y Pakistán. Ahora estamos ante un problema que se llama AfPak, como lo bautizó Richard Hoolbroke, su flamante enviado especial a aquella zona.
Puestos a ello, la nueva Administración estadounidense no ha limitado los cambios a la toponimia. Tampoco los afganos y los paquistaníes de las provincias tribales fronterizas tienen categoría de seres humanos dotados del inalienable derecho a la vida, como están dejando en evidencia los bombardeos indiscriminados a un lado y otro de la Línea Durand, esa porosa frontera instaurada por el imperio británico y que 150 años después sigue sudando sangre.
Mientras envía más soldados al pantanal afgano, el «pacifista» Obama espolea al Gobierno paquistaní para que haga sus «deberes». Islamabad ha dado por finiquitado el acuerdo de paz firmado con los talibán paquistaníes y sus bombardeos están provocando un éxodo masivo de población y una inminente catástrofe humanitaria.
Con el problema iraquí en el congelador -aunque atufando cada vez más a putrefacción-, Washington busca un atajo a la cuestión afgana desde el avispero paquistaní.
Una decisión temeraria la de arrastrar al fango de la guerra (¿civil?) a un país que ya arrastra suficientes problemas desde su creación hace medio siglo. Mejor haría Obama en aplicar en este escenario la misma receta que defendió en su día para Irak. ¿O será que considera ya caduca aquella receta?