lunes, 11 de mayo de 2009

EL REY ESTÁ DESNUDO


El rey está desnudo


Obama nunca pretendió estar vestido, pero Europa lo vistió y sigue alabando su inexistente y bello traje transformador contra toda evidencia.



La Vanguardia


"Bush light" le llama a Obama el 'Süddeutsche Zeitung' en su editorial del lunes. El Presidente ha decepcionado a los liberales con su decisión de mantener los "tribunales especiales" para sospechosos de terrorismo y su determinación de no perseguir a los torturadores. El periódico le dedica un agrio comentario titulado, "El mayor error de Obama". Pese a ser muy certera, la calificación de Obama como un "Bush light" no representa en absoluto el sentir de la publicística europea, ni alemana.


Durante meses, políticos y periodistas del viejo continente han estado alimentando el mito Obama. Expresaban con el su alivio por el cambio en Washington. Un cambio que permitía seguir siendo aliado, vasallo y cómplice del imperio, según los casos, sin sentir la vergüenza, ni asumir los manifiestos sinsentidos de la política de Bush, que ha desprestigiado y desgastado a Estados Unidos, y con él un poco a todo el Occidente, en el mundo. El "mito Obama" ha expresado el alivio por poder volver a nuestro vergonzante papel habitual, sin la sensación de perjudicar o de contribuir al desgaste de los intereses europeos más generales de poder y dominio.


Ahora, con Obama, "yes, we can": ya podemos continuar apoyando guerras indecentes y animando incendios propiciadores del terrorismo con el habitual doble rasero en materia de matanzas y derechos humanos. El mito Obama expresa el seguidismo de esta Europa conservadora y burocrática con centro en Bruselas, la que vota a Berlusconi en Italia, a Sarkozy en Francia, la que premió en Inglaterra a Tony Blair con un segundo mandato tras la ignominia de Iraq (en eso los españoles que castigaron a Aznar, fueron superiores a los británicos), por no mencionar a todos los pigmeos y administradores de la rutina que dominan el panorama del poder en el conjunto de los países de la Unión Europea, donde, en este momento, no se vislumbra ni un solo gobernante de talla.


Incapaz de desperezarse y ponerse a trabajar con miras al complejo mundo que tenemos por delante en las próximas décadas del siglo (me refiero a la conjunción de la transición energética, el cambio global –del que el calentamiento es un aspecto- y las crisis de recursos con enormes colectivos humanos "superfluos" en el Sur), esta Europa de los consumidores, prefiere recrear el mito de un San Obama Salvador, portador de alternativas para la salvación del mundo.


Pero San Obama no existe. El rey está desnudo.


Todos los datos que nos ha lanzado, desde el mismo inicio, antes de llegar a ser candidato, fueron muy claros: apoyó la guerra de Bush desde el Congreso y la financiación por Wall Street de su campaña electoral fue el dato central de aquella. Más allá de las novedades de su estilo dialéctico, su discurso mantuvo esa insoportable retórica mesiánica norteamericana sobre la mejor nación, el prehistórico e integrista "Dios está con nosotros" y todas esas ligerezas. El puro y gastado discurso nacional-imperial de Estados Unidos.


La "nueva era" que nuestros diarios nos vendieron por aquel discurso del 24 de julio de 2008 en el Siegessäule de Berlín, tuvo por mensaje central la glorificación del instrumento militar con el que se quiere gobernar la crisis global del siglo XXI, el la que el "terrorismo" aparece como "ersatz" del "comunismo" ("Si pudimos crear la OTAN para encararnos a la Unión Soviética, nos podemos unir en una nueva asociación global para desmantelar las redes que golpearon en Madrid y en Amán, en Londres y en Bali, en Washington y en Nueva York"). "Nueva era" también en aquel "histórico" discurso de investidura de Washington, que en Alemania se vende en librerías como obra literaria, en el que el Presidente exaltó a los "héroes que combatieron y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn", un discurso que se comparó con el "I have a Dream" de Martin Luther King, pese a que King era un adversario del imperio -por eso lo mataron- mientras que Obama puso a Khe Sahn, un episodio de la infame guerra de Vietnam, en su lista de glorias nacionales. ¿Y después?.


Lo más importante de Estados Unidos, el país más poderoso, es su proyección mundial, su política internacional. Como Presidente, Obama ha restablecido el multilateralismo, que no es más que un regreso a una administración imperial más racional después de que Bush se estrellara contra la evidencia de que Estados Unidos, solos, no podían. Frente a aquel "nosotros solos" se impone la fórmula mixta de Obama, mucho más funcional y racional para el Imperio, enunciada por Josef Biden en Munich el pasado febrero, "cuando podamos hacerlos juntos, lo haremos con nuestros socios, cuando no podamos, lo haremos solos". Eso ya lo decía Clinton, pero lo importante no es el cómo, sino el qué, y con Obama el qué será lo de siempre.


La política exterior se ha dejado en manos de Hillary Clinton, un halcón demócrata, con el músculo, y gran parte del cerebro, a cargo del Pentágono, en manos del mantenido Secretario de Defensa de Bush, Robert Gattes, del General Petraeus y del Consejero de Seguridad Nacional, James Jones.


No hay viraje de fondo hacia Israel, piedra angular de las tormentas y desastres de Oriente Medio, cuya
loca carrera es el principal problema para el mantenimiento del estado judío. La guerra de Irak se mantiene: el 25 de abril Hillary Clinton dijo en Bagdad que se mantendrán allá 70.000 soldados durante "quince o veinte años más". También en Afganistán, donde se está escalando la apuesta bélica.


La declaración en pro de "un mundo sin armas nucleares" pronunciada por Obama y su homólogo ruso, Medvedev, el 16 de abril en Roma, se quedará en "mera retórica" a menos que, como ha dicho Mijail Gorbachov, " se desmilitaricen las relaciones internacionales, se reduzcan los presupuestos militares se cese de crear nuevas armas y se detenga la militarización del espacio".


Con Obama no hay rastro de ello: se van a gastar 664.000 millones de dólares en presupuesto de defensa, 20.000 millones más que con Bush. La apuesta nuclear en la doctrina militar que se está preparando para los próximos diez años (la nueva "Nuclear Posture Review"), no contiene mención alguna a la abolición universal del arma nuclear citada por Obama en Estrasburgo, Praga y Roma en abril.


En el orden interior, Obama está realizando la mayor transferencia de dinero público de la historia desde los más desfavorecidos hacia los bancos, sin pedirles responsabilidades a éstos por su gran desfalco.


Al frente de la economía ha puesto a gente del Citigroup y Goldman Sachs como Timothy Geithner y Lawrence Summers, con responsabilidades directas en el gran desfalco.


Economistas críticos de la "economía de casino" como Joseph Stiglitz, Paul Krugman o James Galbraith, el hijo de John Kenneth Galbraith, han quedado fuera.


Los sindicatos y el medio ambiente, han sido relegados a una segunda fila, con puestos importantes pero secundarios para gente notable como Steven Chu, que carecerán de influencia en el conjunto de la administración, como explica Mike Davis.


El "gran cambio" es un manifiesto espejismo.


En la URSS de los ochenta, había una especie de monarquía absoluta del siglo XIX en la que llegó un monarca ilustrado y la desmontó desde arriba. El resultado fue un verdadero cambio histórico que anuló la tiranía soviética, disolvió un imperio que abarcaba del Elba al Mekong, un derribo que, aunque trajo grandes desastres y calamidades a la población rusa, también derribó muros y abrió determinados espacios de libertad.


Nada comparable parece posible en Estados Unidos. Un cambio radical desde arriba, ni es posible en el país de Obama, ni era el propósito de éste.


El "comunismo" soviético resultó ser más reformable, aunque fuera por autoderribo, que nuestras democracias imperiales.


En Europa y en Estados Unidos, tales cambios son imposibles en ausencia de fuertes movimientos sociales, como los que históricamente transformaron las antiguas monarquías absolutas europeas en los actuales sistemas.


Obama no ha engañado. Desde el principio sus discursos y su política han sido muy claros: no es más que un nuevo demócrata centrista, en el sentido estadounidense del término, un "Bush Leight", de la misma forma en que Bush fue un "Clinton Hard".


Mas allá del "cambio", la inexorable continuidad del imperio estadounidense, ese ejemplar régimen plutocrático (poder de los ricos), ese sistema de partido único bicéfalo, se reproduce y mantiene sin apenas fisuras.


Obama nunca pretendió estar vestido, pero Europa lo vistió y sigue alabando su inexistente y bello traje transformador, contra toda evidencia. Este continente compra el "yes, we can" como programa político, por la misma razón por la que vota a Berlusconi, Sarkozy, lo hizo con Aznar y los gemelos polacos, o ratificó a Blair. Simplemente no da más de si.


http://www.lavanguardia.es/lv24h/20090505/53696602925.html