sábado, 5 de diciembre de 2009

EL PUEBLO, LA PATRIA, LOS MILITARES, LOS REPRESENTANTES DEL PUEBLO, EL SINDICALISMO.- PENSAMIENTOS DE EVITA-



¡¡¡¡¡¡ La felicidad del pueblo es lo primero; no se puede hacer la grandeza de un país con un pueblo que no tiene bienestar.!!!!!

QUIEN QUIERA ENTENDER, QUE ENTIENDA...Y QUIEN NO...






¡¡¡¡¡ La Patria no es una geografía de fronteras más o menos dilatadas !!!!!

¡¡¡¡ La Patria es el pueblo. ¡!!!

La Patria sufre o es feliz en el pueblo que la forma. En la hora de nuestra raza, en la hora de los pueblos, la Patria alcanzará su más alta verdad.

¡¡¡¡¡¡ Los pueblos caen en el odio contra eso que antes se llamaba Patria, y que era una mentira más ¡una bella mentira que inventó la oligarquía cuando empezó a vender la dignidad del pueblo, es decir la dignidad augusta y maravillosa de la Patria!!!!!!


¡¡¡Yo considero que la función militar no debe ser en ningún caso garantía cívica de la justicia y la libertad.-!!!!

¡¡¡ La garantía de la voluntad soberana del pueblo debe estar en el propio pueblo.!!!


Los pueblos constituimos por nosotros mismos la fuerza más poderosa que poseen las naciones.

Lo único que debemos hacer es adquirir plena conciencia del poder que poseemos y no olvidarnos de que nadie puede hacer nada sin el pueblo, que nadie puede hacer tampoco nada que no quiera el pueblo.
¡Sólo basta que los pueblos nos decidamos a ser dueños de nuestros propios destinos!

Todo lo demás es cuestión de enfrentar al destino. ¡Basta eso para vencer! ¡Y si no que lo diga nuestro pueblo



Todo es militar en este mundo nuestro.

Yo no diría una sola palabra si las fuerzas armadas fuesen instrumentos fieles al pueblo.

Pero no es así: casi siempre son carne de oligarquía.



LA GRANDEZA O LA FELICIDAD

1.-)La patria no es patrimonio de ninguna fuerza.

2.-) La patria es el pueblo y nada puede sobreponerse al pueblo sin que corran peligro la libertad y la justicia.

3.-) Las fuerzas armadas sirven a la patria sirviendo al pueblo.

4.-) El gran error de algunas fuerzas armadas consiste en creer que servir a la patria es una cosa distinta.

5.-) Entonces, en aras de lo que ellos creen que es la patria, no les importa sacrificar al pueblo, sometiéndolo a las reglas de la prepotencia militar.

En todos los siglos de la historia ha sucedido lo mismo.

El espíritu militar ha considerado que el gran ideal de su existencia consistía en alcanzar la grandeza de la Nación

1.-)y que, ante ese objetivo supremo se justificaba todo,

2.-)incluso sacrificar la felicidad del pueblo.

La felicidad del pueblo es lo primero; no se puede hacer la grandeza de un país con un pueblo que no tiene bienestar.

Las fuerzas armadas del mundo deben convencerse de esta absoluta verdad del peronismo.

Si no es así, los pueblos mismos, por su propia mano, con la conciencia plena de nuestro poderío insuperable, las iremos borrando de la historia de la humanidad.


SOMOS MÁS FUERTES





Todas estas ideas y razones me llevan a decirle a mi pueblo y a todos los pueblos del mundo en este mensaje de mis verdades: nadie puede más que nosotros.

Somos más fuertes que todas las fuerzas armadas de todas las naciones juntas.

Si nosotros no queremos que la fuerza bruta de las armas nos domine, no podrá dominarnos.
Con las armas pueden matarnos, pero morir de hambre es más doloroso, y nosotros sabemos lo que es morir por hambre!
No podrán matarnos.

Los soldados son hijos nuestros y no se atreverán a tirar sobre sus madres aunque los manden miles y miles de oficiales entregados y vendidos a la oligarquía.

Podrán vencemos un día, en la noche o de sorpresa, pero si al día siguiente nos largamos a la calle, o nos negamos a trabajar, o saboteamos todo cuanto ellos quieran mandar; tendrán que resignarse a devolvernos la libertad y la justicia.

Si toda esta resistencia puede organizarse, mejor; si no, lo mismo venceremos con tal de que tengamos plena conciencia de nuestro poderío soberano.

Debemos convencernos definitivamente de una sola cosa: de que el gobierno debe ser del pueblo y que nadie sino el pueblo puede ocuparlo, porque, si no, no será tampoco para el pueblo.

La hora de los pueblos no será alcanzada por nuestro siglo si no exigimos participación activa en el gobierno de las naciones.

Pero ¿cómo?.

Llevando a los obreros y a las mujeres del pueblo a los más altos cargos y responsabilidades del Estado.

Y cuidando después que los dirigentes políticos del pueblo y los dirigentes sindicales no pierdan contacto con las masas que representan.


Los gobernantes del pueblo deben seguir viviendo con el pueblo.

Es una condición fundamental para que los pueblos no empiecen a sentirse traicionados.

Y para gobernar con sentido real de lo auténticamente popular.



VIVIR CON EL PUEBLO

Es lindo vivir con el pueblo. Sentirlo de cerca, sufrir con sus dolores y gozar con la simple alegría de su corazón.

Pero nada de todo eso se puede si previamente no se ha decidido definitivamente encarnarse en el pueblo:

1.-) hacerse una sola carne con él

2.-) para que todo dolor y toda tristeza

3.-) y angustia y toda alegría del pueblo

4.-) sea lo mismo que si fuese nuestra.

Eso es lo que yo hice, poco a poco en mi vida. Por eso el pueblo me alegra y me duele.

Me alegra cuando lo veo feliz y cuando yo puedo añadir un poco de mi vida a su felicidad.

Me duele cuando sufre.

Cuando los hombres del pueblo o quienes tienen obligación de servirlo en vez de buscar la felicidad del pueblo lo traicionan.

También tengo para ellos una palabra dura y amarga en este mensaje de mis verdades.

Yo los he visto marearse por las alturas.

Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por un banquete o por unas monedas.

Los denuncio como traidores entre la inmensa masa de trabajadores de mi pueblo y de todos los pueblos.

Hay que cuidarse de ellos: son los peores enemigos del pueblo porque han renegado de nuestra raza.

Sufrieron con nosotros pero se olvidaron de nuestro dolor para gozar la vida sonriente que nosotros les dimos otorgándoles una jerarquía sindical.

Conocieron el mundo de la mentira, de la riqueza, de la vanidad y en vez de pelear ante ellos por nosotros, por nuestra dura y amarga verdad, se entregaron.

No volverán jamás, pero si alguna vez volviesen habría que sellarles la frente con el signo infamante de la traición.